Julio de los Santos

CAPÍTULO V - MARTÍ Y EL GUSTO POR EL ARTE
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Según yo considero, en Martí el gusto por el arte era una manifestación de su psiquis que posteriormente resulta un refugio contra el egoísmo y la envidia - “los poderes mas activos y terribles de la tierra” - como escribe el mismo Martí en su artículo sobre Munkacsy. Flores urticantes que se ve obligado a recibir todo aquel que en el escenario de la vida pública se destaca recibiendo honores o sinceros aplausos.
Lo que conocía Martí sobre pintores y pintura es asombroso, porque seria lógico apreciarlo en un profesor de Historia del arte, es decir, de quien vive del arte y para el arte, pero no en quien escribía sobre tantos temas y que tenía tan grandes responsabilidades, así como distintas funciones en su vida
La nomina de autores y artistas que pasaron por la palabra de Martí es pasmosa, ningún critico cubano se le acerca siquiera a la cantidad de nombres, obras y temas barajados; y no vale decir que en muchos casos les dedicó una sola atención ocasional o de pasada, pues rara vez tocó un nombre sin iluminarlo con un juicio original, de los que pudiera hacerse nutrida y sorprendente colección.
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También Martí hace referencia a muchos artistas famosos y a otros no tan famosos en su actualidad con una naturalidad que nos da la impresión de que los conoce íntimamente. Comprendemos que los valora y que con el alto o no tan alto valor que para el tiene nos los presentará. En sus notas escribe para el, es lógico. Escribe para lectores de alta capacidad, salvo cuando lo hace para los niños. Y siempre escribe con sencillez. Si escribe sobre el arquitecto Bernini, lo menciona y no nos da detalles de el, pues supone que usted debe conocerlo. Es lógico, no son ensayos sobre tal o cual figura las que nos pone delate.
No sucede así cuando el se apasiona con el arte de determinado pintor, lo estudia, detalla sus cuadros, lo compara con otros grandes del arte, a veces cayendo en exageraciones debidas, quizás, a sus estados románticos “de los que hay que protegerlo”. Así sucede cuando escribe sobre Madrazo, en extenso sobre Fortuny, o cuando repudia las obras de determinado pintor que profundamente no le agrada a pesar de reconocer su valor. Tal es el caso de Rubens. Y sea lo uno o lo otro, siempre quedamos admirados del caudal de sus conocimientos; de la sencillez de su prosa y de la sinceridad de sus manifestaciones.
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Una prueba mas, que no es necesaria, pero que la cito por su significación histórica, es el descubrimiento realizado por Benjamín Rodríguez Delfín en 1969. Rodríguez Delfín entonces actuaba como bibliotecario en la escuela de artes plásticas de San Alejandro, y allí encontró el asiento de la matrícula del niño José Martí Pérez, de catorce años de edad, el 15 de septiembre de 1867 como alumno de dicha escuela en el curso 1867-68. A Le Roy Gálvez le debemos un interesante estudio sobre este tema (21).
Solamente estuvo matriculado mes y medio, el 31 de octubre del mismo año fue dado de baja. ¿Causas? No las conocemos. Pudiera ser que reconociera la incapacidad del entonces director Francisco Cisneros para enseñar; o quizás problemas económicos o la necesidad de dedicar su tiempo a otros menesteres. Continuación