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Julio de los Santos



José Martí: Crítico de Arte

La Maja Vestida

CAPITULO VI MARTÍ EN ESPAÑA

  • En museos y exhibiciones de pinturas.

    Martí en España y visitando museos y exhibiciones de pinturas es hora de que lo acompañemos en sus excursiones y escuchemos lo que nos dice al oído, pues se toma el trabajo de anotar sus impresiones, las que hoy transcribimos.

    Ante la Maja Vestida

    De todos los pintores españoles, es Goya quien profundamente lo atrae, no por la fama que tiene como pintor, porque fama, y mucha, también tienen Velázquez y Murillo. Es que Martí reconoce en Goya al mas grande y mas sincero o expresivo de los pintores españoles. Le atrae su técnica, estilo y colorido no estridente, a veces alegre, de tonos vivos y claros y de una temática tan variada que lo impresiona y a la que no estaba habituado. Salvo algunas copias de no muy buena calidad que llegaban a la Habana, de pinceles de pintores que trataron de imitarlo, y de las pinturas de la decadente escuela neoclasicista de Vermay de de los malos seguidores de David, lo que en España admiraban estaba muy por encima, por demás esta decirlo, de lo que en la Patria había contemplado.

    Y ahora está ante el famoso lienzo de Goya, lleno de sentimiento, observando los detalles de modo tal, que nos parece verlo estático, absorto en la contemplación de aquella mujer pintada por el gigante de la pintura, Goya, aquel aragonés nacido en el 1746, “español hasta las cachas, pero de carácter universal”, como nos dice Juan de la Encina. Goya, un pintor que se adelantó a su época y nos ha hecho presenciar la ignominia y la estupidez de la realeza que entonces gobernaba a España y sus colonias. De su pincel vemos las miserias, grandezas y orgullo de su pueblo en obras de su amplia temática que iba desde temas místicos, mitología grecorromana, retratos, bodegones, pinturas de género, dibujos para tapices, y hasta los famosos caprichos que por poco le cuestan la vida ante la Inquisición.

  • ‘Nunca negros ojos de mujer, ni encendida mejilla, ni morisca ceja, de breve y afilada roja boca, ni lánguida pereza, ni cuánto de bello y deleitoso el pecaminoso pensamiento del amor andaluz, sin nada que pretenda revelarlo exteriormente ni lo afee, halló expresión más rica que en LA MAJA. No piensa, sueña. ¿Quiso acaso Goya, vencedor de toda dificultad, vestir a Venus, darle matiz andaluz, realce humano, existencia femenil cierta? Helo aquí.’

    ¿Está el crítico analizando un cuadro o celebrando a una mujer? Preste atención a estas palabras: “roja boca, bello y deleitoso el pensamiento del amor andaluz, existencia femenil”. Sigamos:

    ‘Luego, que desafío el de esas piernas, osadamente tendidas, paralelas, la una junto a la otra, separadas y unidas a la vez por un pliegue oportuno de la dócil gasa. Solo que esas piernas, en Goya delicadamente consumidas y convenientemente adelgazadas, porque así son más bellas, y más naturales en la edad juvenil y apasionada de esta Venus - recuerdan por su colocación las piernas de la más hermosa de las Venus reclinadas de Ticiano.’

    Seguimos anotando: “desafío de piernas, separadas y unidas a la vez por una dócil gasa, edad juvenil y apasionada’.

    Basta, dejemos a Martí continuar.

    ‘No se le niega a esa Maja brusco y feliz rompimiento con todo lo convencional, existencia humana. Si se levanta de sus almohadones, viene a nosotros y nos besa, pareciera naturalísimo suceso, y buena ventura nuestra, no germánico sueño ni vaporización fantástica. ¡Pero no mira a nadie! Piélago son de distraído amor sus ojos. No se cansa uno de buscarse en ellos. En esto estuvo la delicadeza del pintor; voluptuosidad sin erotismo.’

  • No es un crítico de arte quien está en ese momento ante La Maja, es un joven en sus veinte, hijo del trópico, solo, sin compañera alguna, que maneja las palabras de su idioma como si fuera un maravilloso pianista que presionara con más o menos intensidad las teclas de su instrumento para sacar de él sus más armoniosos sonidos. Es, en resumen, un visitante enamorado de la hembra que está en el cuadro.

    En el borrador de un trabajo que después publicó en The Hour, comentando sobre los desnudos, escribe: “es preciso que quemen y maten de una mirada, como la Maja de Goya, uno de los cuadros más maravillosos que haya - cualquiera que sea la época que se busque- salido de las manos humanas.”

    La impresión que le produjeron los lienzos de la Maja fue tan profunda que en el año 1888 le escribió a un amigo: ‘…y una maja que todavía no he podido sacar del corazón.”

    Goya pintó a la duquesa de Alba con tanto amor y pasión que ha transmitido el sentimiento no solamente a Martí, ya que conozco a más de uno enamorado de tan bello cuerpo. Y según refiere un viajero famoso, Jerónimo Fleurot, parece que Goya no exageró en lo más mínimo, porque el tal viajero escribió: “La duquesa de Alba no posee un solo cabello que no inspire deseos. Nada hay en el mundo tan hermoso como ella”.